Mis palabras serán siempre el mero reflejo de lo que en mi corazón llevo por ti. Porque cada día te voy queriendo más y este querer se vuelve necesario, indispensable para mi existencia, como el aire que respiro. Eso eres tú para mi, mi aire. Por eso te pertenezco y te preciso.
Hoy, solo busco acercarme a tus sueños. Y lo hago despacio, trayendo conmigo misterios y quimeras como perpetuas ofrendas. Llego hasta ti, ansiando rozar tus deseos, pretendiendo llenar de motivaciones a tu corazón, para vivir abrazado a la orilla de tus pensamientos o en esa sonrisa que se dibuja en tus labios cuando evocas mis palabras.
No temas buscarme si piensas en mi. Soy quien siempre esperaste, aquel que se entrega por completo sin pedir nada a cambio, aquel que siempre estará presente cuando al fin lo necesites. Habito en todas partes y tengo toda una eternidad para conocerte, para redescubrirte y no agotar jamás mis incertidumbres.
Acompáñame en este eterno viaje. Seremos cómplices de nuestros secretos encuentros, dueños de nuestra historia en común que perdurará en los siglos con cada palabra de amor que se escriba, cada lágrima de desamor que brote de un corazón herido y cada latido de esperanza que provenga de un nuevo amor.
Precísame en las noches cuando yo no esté presente. Y cuando mires a las estrellas, recuerda, que a pesar de la distancia que nos separa, los dos estamos bajo el mismo cielo. Piensa que yo en ese momento estaré haciendo lo mismo, hablándole al viento sobre la maravilla de poder conocerte y saber que existes.
Extráñame, sin ataduras, porque ya soy inconmensurablemente tuyo. Nunca lo dudes. Cada mañana despierto anhelando estar junto a ti.