Nuestro cuerpo está animado por varias formas de energía, aunque la mayoría de ellas no son perceptibles por nuestros cinco sentidos. Cuando nuestro cuerpo muere, nuestra alma (es decir, la parte de la conciencia que contiene nuestros recuerdos conscientes e inconscientes y nuestra identidad personal) sale hacia afuera de él, sostenida por la energía corporal que queda disponible.
Si esta energía corporal es lo suficientemente fuerte para mantener aglutinada a nuestra alma aquí en nuestra dimensión, entonces ambos se condensan juntos en una especie de cuerpo hecho de materia muy sutil, y que, toma la forma física que teníamos antes de morir. Solo que este cuerpo no es de materia palpable ni es perceptible por las personas vivas (aunque se dice que algunos animales a veces pueden percibir cuando hay una "presencia" en el ambiente) y además puede cambiar su forma y moverse muy rápidamente. Y entonces, en dependencia de las tendencias psicológicas acumuladas en nuestra alma, y del estado emocional prevaleciente durante el momento de nuestra muerte, podemos volvernos almas errantes, o almas en pena, o muertos oscuros, etc. todo en dependencia de los deseos que predominen post mortem en nosotros.
Y así seguiremos hasta que se desgaste la fuerza vital que nos anima y nos sostiene en esta dimensión. Cuando esto sucede, nuestra alma pierde poder y es absorbida por una especie de "portal interdimensional" y enviada al "más allá", es decir, a las dimensiones paralelas que coexisten con nosotros aquí en nuestra tierra, en donde las almas son "recicladas" y preparadas para volver a reencarnar nuevamente.
Esto es, a grandes rasgos, lo que sucede. Solo que estas experiencias son mucho más coloridas o más terroríficas.