D
Daniel Aguilar
Invitado
Tú oyes la oración; a ti vendrá toda carne.
Salmo 65:2
Este pobre clamó, y le oyó el Señor, y lo libró de todas sus angustias.
Salmo 34:6
Dios escucha (2)
La Biblia nos dice reiteradamente que Dios escucha. Escucha el clamor de los que sufren, así como sus suspiros. Él es el que escucha la oración.
Entre los hombres, a menudo el menor escucha al mayor: el alumno escucha al profesor, el obrero a su patrón, y es difícil ser escuchado por un hombre que tiene un alto cargo. ¡Pero Dios es totalmente diferente! Es un Dios de bondad que da el primer paso para acercarse a su criatura. Nos escucha, pero no de manera distante, sino cercana y activa: “Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano” (2 Reyes 20:5).
Entonces podemos preguntarnos: Dios escucha, pero yo, por mi parte, ¿le hablo? ¿Lo hago en verdad? Dios no tiene en cuenta la cantidad de nuestras palabras, pero responde a quien se dirige a él con confianza y verdad. Aprendamos a orar con todo nuestro corazón, a expresar nuestras necesidades reales y lo que sentimos (lea Lucas 11:5-8). No se ora con ideas o textos ya preparados, sino con todo nuestro ser.
Salmo 65:2
Este pobre clamó, y le oyó el Señor, y lo libró de todas sus angustias.
Salmo 34:6
Dios escucha (2)
La Biblia nos dice reiteradamente que Dios escucha. Escucha el clamor de los que sufren, así como sus suspiros. Él es el que escucha la oración.
Entre los hombres, a menudo el menor escucha al mayor: el alumno escucha al profesor, el obrero a su patrón, y es difícil ser escuchado por un hombre que tiene un alto cargo. ¡Pero Dios es totalmente diferente! Es un Dios de bondad que da el primer paso para acercarse a su criatura. Nos escucha, pero no de manera distante, sino cercana y activa: “Yo he oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí que yo te sano” (2 Reyes 20:5).
Entonces podemos preguntarnos: Dios escucha, pero yo, por mi parte, ¿le hablo? ¿Lo hago en verdad? Dios no tiene en cuenta la cantidad de nuestras palabras, pero responde a quien se dirige a él con confianza y verdad. Aprendamos a orar con todo nuestro corazón, a expresar nuestras necesidades reales y lo que sentimos (lea Lucas 11:5-8). No se ora con ideas o textos ya preparados, sino con todo nuestro ser.