Yo tampoco sé si en 30 años podré saludarte, trataré; pero para esos tiempos estarás con tus espejuelos a media nariz, tu cabeza hacia un lado y el mentón apoyado donde nació una vez el seno izquierdo, presa en un sillón de esos a los que en el este le llaman balance, mecida por un intrépido bisnieto. ¿Y yo? Yo estaré quizás en una cruzada amorosa de la que mi nieto me despierta. Por eso, igual que tú, te saludo hoy. Hola D, ¿Cómo estás?