Derrochadora de encanto, por qué gastas en ti misma la elogiada hermosura, en otros ojos tiranos al encanto. Recuerda que la naturaleza es generosa hasta cierto punto, presta, pero no regala, y luego pasa factura al comercias contigo misma. Pues tu faz, cuentas los mejores anales de la vida y con ahonde surcas un prado en tu hermosura. Tu juventud y tu altiva vestidura, coexistirá en un andrajo quien no lo mire, con ojos sumidos. Darás motivos a mofas y falsías, a mentes más escasos que no osarían vendimiar tu beldad. Y, aun así, sin remover tus deudas al mundo engañaras y al tiempo adulteraras con tu forma, Sutil, a la hora de comerciar con tu propia naturaleza. Y, al declinar sin ser mirada, enfocaras tu agraciada luz ante faros venerando de la necesidad, dejando a la cumbre de los mezquinos y los ciegos de la verdad, para terminar presa ante los ojos de los infieles, donde tu fruto penará sin dejar ni el recuerdo de tu forma, viviendo solamente en una perpetua soledad. Mas el líquido de tu belleza y tu obra morirá, sin dejar rastro del recuerdo en donde verdad fuiste, esa flor destilada hasta en el invierno, donde su ornato no se perderá y su perfume coexistirá.