Tomando como punto de partida el propio filme de Frozen II y a su personaje Elsa, lo primero que debemos hacer es remitirnos a su clasificación. Es decir, para qué edades está recomendado dicho filme. En Estados Unidos la clasificación que se le otorgó fue la de PG (Parental Guidance, por sus siglas en inglés), es decir: con guía parental. Más concretamente, se pide a los padres que elijan si dejan ver a sus hijos o no la película en cuestión. En otros países, sobre todo de habla hispana (México y Argentina, por citar algunos) se clasificó como “TE”, o sea, Todas las Edades.
Ahora, poniendo esto en un segundo plano, vayamos como tal a la clasificación de contenido general. Esto, señoras y señores, no se hace aleatoriamente. Esto se hace justamente porque el contenido de cada material, ya sea filmes, documentales, videojuegos, música, entre otros, pasa un filtro donde se hace un consenso de a qué demografía va dirigido y a qué demografía realmente puede llegar. El contenido polémico (léase: géneros de música con material muy gráfico aludiendo al sexo, las drogas y la violencia; videojuegos con alto grado de gore; filmes con temas demasiado explícitos) SE RESTRINGE. ¿Qué sucede en nuestro país? Que no estamos acostumbrados a esto, o sencillamente, se ha perdido por completo la costumbre. De este modo, niños de 8 o 9 años están viendo la novela (la de ahora, por ejemplo, con el controversial tema del VIH/SIDA y la relación homosexual de los personajes), o quizá, se quedan hasta altas horas de la noche jugando en la calle (no, no me lo estoy inventando, lo he visto).
Con esta situación, ¿creen ustedes, realmente, que los padres de esas criaturas —en el caso de Cuba, que es donde vivimos la mayoría de los foreros de AlterEgo— van a prestarle atención al personaje de Elsa y su orientación sexual? No. El objetivo es ponerles el filme a los pequeños, y tenerlos entretenidos por hora y media, quizá dos horas, y paren de contar.
Es de suponer que quienes se dedican a crear material educativo y de entretenimiento para edades jóvenes, están conscientes de que NO debe incluirse ningún tipo de contenido controversial. Además de que son supervisados por mil entidades que se dedican justo a esto, o sea, a pasarles el filtro. Esto no quita que con los años surgieran videos sobre cómo introdujeron en las películas de Disney símbolos y mensajes subliminales. Algunos sí están presentes. Otros no son más que sugestión de quien lo quiere ver, la pareidolia. El caso es que, de un modo u otro, son adultos quienes desarrollan animaciones para niños, por lo tanto, la historia contendrá, ineludiblemente, mil referencias adultas llegado el momento. De ahí que deba pasar un tipo de censura para restringir material.
Pero me desvío del tema.
El contenido infantil debe ir lleno de mensajes que inculquen el amor y el respeto, entre otros valores de igual sentido. Es probable que muchos pequeños sí entiendan lo que es un beso romántico, y hasta las relaciones sexuales. Pero estemos claros en este punto: eso no es por ver material gráfico en una pantalla. Averigüemos primero qué educación reciben en su casa, y de quién.
Por lo tanto, no considero que sea realmente malo que consuman estos temas. Sino que donde debe ir el peso es en cómo lo pueden asumir, y quién o quiénes los guían en sus preguntas y respuestas. Como siempre se dice: la educación comienza en la casa.